Ayer, mientras trabajaba, estuve toda la tarde escuchando a Nina Simone y a Dinah Washington. Pasé varias horas en estado de arrebatamiento y hoy me levanté aún preguntándome de dónde sacan esas mujeres tanto desgarramiento, tanto afecto. ¿Cómo es que la vida, en ellas, se hace así de expresiva, rítmica? ¿O cómo es que tanto aparente dolor puede, sin embargo, invitarnos a querer seguir vivos, más bien vivos ante la soledad o el desamor?
En voces como esas, la música tiene el raro don de hacer sonar incluso al dolor como celebración. Nos deja vivir aceptando las trastiendas y sótanos de la cotidianidad como necesidad, o precio, o simple enseñanza... Es que no tendría sentido vivir sin tener que aprender a vivir, como un robot que naciera ya con todo programado. Algo tiene que doler a veces, es así de simple, no somos ángeles, y creer que sí lo somos (fingir que no pasa nada, que siempre todo está bien, que es “pecado” o “debilidad” entristecerse a veces o simplemente decretar días blues porque sí) no sólo implicaría, creo, hacernos cada día más cobardes, sino también hacernos incapaces de hacer música como esa, por ejemplo, o incluso de escucharla y disfrutarla arrobados o enajenados o sencillamente satisfechos.
La música, decía Henry Miller, es el arte que mejor conduce al silencio. Quizá más que la escritura. ¿Será por esto que siempre me ha parecido que el escritor promedio tiene envidia del músico, e incluso que debe tenerla? Sí, ya sé que son talentos distintos y cada uno tiene su arte, etc., y que en ambos interviene de especial manera el silencio (sin silencio sería imposible hasta el lenguaje, cualquier lenguaje: sin pausas de silencio todo sería un ruido ininteligible, sin espacio en blanco entre palabras o letras nada haría que se distinguieran unas palabras de otras: los significados serían imposibles…); pero es que a veces cierta música tiene sencillamente una virtud que no tiene ninguna escritura: le da ritmo al cuerpo, lo acompasa de modo que uno, cuasimilagrosamente, hasta es capaz de trabajar en cosas aburridísimas sintiéndose lozano o alegre, o al menos sereno, y ya eso es bastante.Ahora empiezo otro día de trabajo. Voy a probar con Billie Holiday.
23 feb 2006
jazz voy a trabajar
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4 comentarios:
Que hay de las personas que no puede soportar el silencio? Será que no quieren entenderse ni ser entendidas? Siempre me lo he preguntado.
Doña Billie es un espectáculo! Suerte con el regreso al trabajo!!
Billie Holiday es La Reina.
Solo seguida de cerca por Ella Fiztgerald, aunque ella no tiene esa cosita de dolor y angustia, al menos no como las que nombraste.
saludos!
Qué ricura Nina Simone!! Cuán cierto lo que decís, con música yo he sobrevivido ya tres días de construcción de una sintaxis para que un software lea una información. Tedioso, pero con Patricia Kass de fondo yo todo lo puedo. Abrazo.
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