“Después de un gustazo un trancazo.” Mi abuela era un refranero ambulante. Y ese era uno de sus preferidos. Lo decía, sí, con cierto moralismo, como si, entonces, fuera mejor no darse tantos gustazos, o sólo gustos, sin superlativo, para que después el regreso a la “normalidad” o la cotidianidad –el trabajo, las obligaciones, despertarse temprano, no poder decir que no, etc.– no fuera tan brusco o doloroso. Bueno, también lo decía como todo el mundo, cuando uno, por ejemplo, se resfriaba porque se quedó hasta tarde en la noche en mangas de camisa o más liviano, por estar disfrutando de alguna actividad "pecaminosa" o excesiva…
En todo caso, recuerdo hoy a mi abuela y su refrán porque, en efecto, hoy para mí ha sido un trancazo tener que volver de golpe a las obligaciones, los deberes, y dejar de pasear y pensar aislándome de todo y escribiendo mentalmente en ese otro vasto desierto en que se convierte la cabeza frente a paisajes tan inhumanos, tan vacíos de miradas y juicios y costumbres y miedos… ¿Por qué no podemos, simplemente, dedicarnos a lo que más nos apasiona? Quizá sea una pregunta a la vez infantil, justa e idiota. No sé. ¿O por qué cuesta tanto, por qué tiene que ser tan difícil? ¿Quién ha organizado todo para que parezca que uno sólo debe querer ser médico o ingeniero, abogado o administrador?...
Algunos días me siento particularmente vencido. Tener que gastarse en cuatro o cinco trabajos sólo para poder comer y cuando uno sólo quisiera, por ejemplo, escribir…
Perdón, será que hoy me levanté con un hilo de amargura, anticipando el trancazo, tanto trancazo repetido...
Las abuelas sí sabían usar los refranes, y sólo por eso eran ciertos.
13 feb 2006
de un gustazo a un trancazo
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1 comentario:
... creo que conozco el sentimiento, y de igual modo me tocaron unas abuelas estoicas a las que admiro, pero cuyo modo de vida cuesta demasiado asimilar.
Hay también algo de aprendido en eso de que hay que (must) hacer lo que uno debe, no lo que uno quiere. Como si siempre fueran cosas diferentes y opuestas, casi antagónicas... y a veces viene uno a descubrir que no siempre es así.
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