Federica nació como cualquiera, a las 3:45 de una madrugada helada de diciembre, en la vieja Maternidad Carit. Su madre la parió como cualquiera, con dolores y gemidos y coraje. Su padre, en cambio, pasó esa noche de juerga y reapareció al día siguiente engomado y alegrón y le dijo “quiubo” a su mujer y miró sin demasiado afán a Federica.
Su madre terminó criando sola a Federica porque su padre, de farra en farra llegó quién sabe adónde y un día ya no volvió más.
Federica fue a la escuela del barrio como cualquiera, e hizo la primera comunión y se graduó del colegio y fue a la universidad como casi cualquiera.
En la universidad, Federica estudió derecho y conoció a Miguel y se casaron.
A lo largo de toda su vida, Federica nunca le ha hecho mal a nadie, ni ha humillado ni le ha pegado a nadie; es cierto que una vez le robó una caja de lápices de colores a su amiga XYZ y que a veces se enoja y le grita barbaridades a los demás conductores y otras cosillas así, pero nada que merezca el fuego eterno. Y ha sido cariñosa con su pobre madre y ha sido leal a Miguel y aunque nunca aprendió a cocinar prepara la cena la mitad de las noches.
Federica tiene dos perritos y tampoco trata mal a sus perritos. Los adora y los cuida y goza que cada uno tenga su propia personalidad y le encanta que en las noches los acompañen a ella y a Miguel a ver la televisión.
Federica y Miguel tienen 7 años de casados y a pesar de haber emprendido su buena cuota de discusiones todavía están juntos y se quieren. No han tenido hijos pero piensan que ya llegará el momento.
Federica paga impuestos, es honrada y disciplinada en su trabajo y nunca ha robado ni un cinco, a pesar de que trabaja manejando dineros ajenos. Miguel igual. Incluso se quieren más porque comparten muchos principios.
Federica lee los periódicos y ve los telenoticieros y le da rabia la miseria de tantos compatriotas y el desamparo de los millones de hambrientos del mundo. Federica no consigue entender cómo es posible que unas personas exploten a otras tan campantemente. Tampoco consigue comprender qué llevan en el pecho ese desfile de pseudocaudillos corruptos que están desquiciando su país. Pero le encantaría meter a todos los explotadores y corrompidos a la cárcel y crear oportunidades para que las personas explotadas por ellos se superen.
Federica y Miguel creen fervientemente en la equidad y en la justicia social y en los derechos humanos y los defienden abiertamente. A diario se esfuerzan por tratar a todas las personas con respeto y decencia, aun si no piensan como ellos, y especialmente si no piensan como ellos.
Federica y Miguel leen, se educan, tratan de comprender a quienes son muy diferentes de ellos escuchando sus razones y sus molestias y sus anhelos. Ven en todos los seres humanos la misma dignidad, independientemente de sus rasgos étnicos, de su origen, de sus creencias espirituales, de sus vidas sexuales. Creen que independientemente de la forma que tengan las relaciones entre las personas, lo más importante es el amor y el respeto y la solidaridad que se manifiesten unas a otras.
Federica y Miguel discuten los temas de actualidad y opinan y tratan de decidir inteligentemente lo que les parezca mejor, al mismo tiempo, para ellos y para su sociedad. Federica y Miguel son, en el sentido más común de estas palabras: buenas personas. Sus familiares y amigos confirman que todas estas cualidades son ciertas.
Pues hace un par de años Federica decidió participar directamente en política. Se inscribió en el partido más afín a sus pensamientos y ha trabajado desde entonces en proyectos comunitarios y ha participado en reuniones y ha opinado en la prensa y ha hecho propuestas y ha ayudado a muchas personas. Ahora es candidata a diputada.
Miguel lo celebra y la anima y sabe que ella hará lo mejor que pueda... O que lo haría, si es que algún día llegara a la Asamblea, ¡o a la Presidencia de la República! Pero Miguel sabe, porque es más realista que Federica, que eso no sucederá jamás. Y para comprobar que no está loco sale a la calle y pregunta: “Señor, ¿votaría usted por Federica?” “No.” “¿Señora, votaría usted por Federica?” “No.”
Los diarios y la televisión han empezado a hablar muy mal de Federica. Sus oponentes tergiversan todas sus opiniones o las exageran o inventan algunas por ella. Su madre le dice que mienta, “mienta mamita, si a quién le va a importar, nadie va a saber y todos lo hacen”. Federica no va a mentir.
A Miguel le cuesta aceptarlo, pero es así: ese detallito insignificante que en nada afecta ni a su profesión ni a su vocación ni a su moral, impedirá que Federica pueda colaborar políticamente en su país. Federica es atea.
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16 sept 2009
Federica y Miguel: los buenos
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3 comentarios:
Terrible pero cierto, como toda las verdades.
Que rara que es la gente...
Pueden aceptar que un tipejo sea un corrupto del carajo, lo perdonarían y de todo.
Pero cuando alguien dice que es ateo, la gente, o la mayoría de la gente, siente que no tiene derecho a nada, o que es malvado, sin importar las pruebas de su valor como persona que constantemente esté dando.
Los gringos incluso eligieron a Obama como presidente(Algo que me dejó con la boca abierta dada la historia nada favorable en ese aspecto). Pero creo que jamás eligirian a un ateo, nunca en la vida.
Después de todo, la frase favorita de todos los pueblos (aunque no lo pongan por escrito) es "In God we trust"
Muchas gracias por su comentario en mi blog. ¿Le importaría si sigo el suyo, y de vez en cuando lea sus posts, que se notan muy interesantes?
Ta' luego.
Thor, yo encantado de que me siga y lea todo lo que quiera, que para eso está. Nos visitaremos, pues.
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