9 nov 2007

novela en línea

Hace un par de días decidí emprender el experimento de publicar, sin intermediarios, algunos textos que solo me han servido, durante muchos años, para atraer polvo en mis estantes y gavetas. “Sin intermediarios” quiere decir, obviamente, en línea.

Empezaré por un texto titulado Agonizar en un escaparate, y subtitulado Ensayo de una novela. Los textos que conforman ese volumen fueron escritos hace cualquier cantidad de años; durante mucho tiempo no hicieron más que descansar en la oscuridad de algún cajón; recientemente intenté publicarlo en el sentido convencional, es decir, mediante una editorial, pero la experiencia fue lamentable: tras un año de espera, simplemente rechazaron el manuscrito sin especificar una sola razón “técnica”.

Ya no quiero volver a engavetar esas páginas cuasiadolescentes; tampoco siento tentación por empezar otra aventura de caza editorial; la tercera opción es la que me parece, hoy, más sensata: publicarlas directamente online. Esto, claro está, puede llegar a parecerse a tener el material en un cajón o un archivador, pues nada asegura que, allí, a pesar de estar en principio disponible para quien quiera echarle una ojeada, alguien de hecho vaya a leerlo.

Sin embargo, creo que mentiría cualquiera que, al mismo tiempo que dice escribir o querer dedicarse a escribir, dijera que no le importa que nadie lea sus textos, que solo “escribe para sí mismo”. Escribir para sí mismo, me parece, no es siquiera escribir, es simplemente pensar o recordar dejando un rastro inútil, e inútil porque solo conduciría al propio punto de partida: uno mismo. Uno de los aspectos de la escritura que más me llama la atención es su capacidad para acercar y relacionar –acaso solo sea virtualmente– a personas que de otro modo permanecerían para siempre desconocidas. La virtualidad, evidentemente, no solo existe aquí, en la web, sino ya en el papel, en cualquier libro que, al ser leído por alguien, al instante comunica en un espacio sin espacio a dicho lector y a otro, lector/escritor que, sin conocer a aquel, fue quien primero garabateó en algún papelillo esas palabras que ahora establecen un vínculo, por más evasivo que sea…

No tengo idea si esos textos, esos experimentos, vayan a ser del agrado de alguien, de pocos o de muchos. Pero eso no es lo importante. Sí lo es, en cambio, que al menos por su fantasmagórica presencia aquí, online, en este lugar sin lugar, esos textos, a diferencia de los miles que aún siguen y seguirán guardados en alguna gaveta o cajón, tendrán la posibilidad de convertirse alguna vez en una relación. Guardados jamás tendrían siquiera esa opción.

El sistema será el siguiente: cada semana añadiré uno o dos “capítulos” (o “pasajes” o “fragmentos”: no tengo claro qué son)… El texto tiene un formato particular (hay un juego de fechas, de paréntesis, de rasgos genéricos, de estilos en pugna, de diferentes órdenes posibles de lectura, etc…)… En fin, no quisiera arruinar los sentidos que pudiera llegar a tener explicando yo, de antemano, por dónde va la cosa. Mi esperanza es que, con el tiempo, el texto se explique a sí mismo o que, al interactuar con lectores, se transforme a sí mismo en algo que yo no podría haber previsto…

Este es un texto, para mí, viejo. En buena medida ya no me reconozco en él, y no solo porque esté atravesado de “ficción”. Mi esperanza es que, al dejarlo ir, el texto pueda encontrar alguna manera de volver a ser joven. “Guardarlo” ahora públicamente y ya no más en un cajón es para mí una especie de desahogo febril, como si, por primera vez, estuviera reconociendo ante alguien alguna falta, liberándome de alguna culpa o simplemente dejando ir definitivamente una versión de mí mismo que me acompañó mucho tiempo pero que ya no me dice mucho de lo que soy ni quiero ser…

Uno, simplemente, puede agonizar muchas veces en la vida, y es gracias a eso que también puede uno empezar a vivir otra vez. La muerte, en cambio, es solo una y es definitiva.

Baste con eso.

O solo un detalle más: entre los primeros pasajes hay un par de ellos que son algo extensos, lo cual, en parte, era necesario en la “novela” para establecer los tonos y la atmósfera. Los demás, en su mayoría, serán más breves.

La agonía empieza aquí: algunas personas arrastran consigo una fiesta…

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2 comentarios:

Denise dijo...

Qué valiente... yo aún no me arriesgo. Los fines de semana dedicaremos tiempo entonces a tu yo ficcionado de hace años.

pezenseco dijo...

No sé si valiente, ya es simplemente como una necesidad. Tener tanta cosa en un cajón es bastante superfluo, en realidad. Al menos dejándolo salir existe la posibilidad de que sea menos superfluo, aunque nada es seguro...