21 ago 2006

posiciones y posturas

Me da la impresión que cada día se pone más de moda la reducción de las culturas y los pensamientos a un combate.

Y no sólo por parte de países o sus “representantes”. También es común, hoy, que las personas actúen y hablen como si desde siempre hubieran estado “acomodadas” en una posición fija y, en lugar de repensarse las cosas y preguntar y argumentar (incluso consigo mismas, aunque eso implique cambiar a veces de opinión), sólo buscasen lecturas y argumentos y posiciones que les confirmen lo que ya creían saber de antemano... Parece como si hubieran nacido con todas las opciones decididas y todas las posiciones “correctas” encontradas y asumidas.

Al principio a uno le puede dar cierta envidia ver la claridad que tiene tanta gente: claridad moral e intelectual. Y a uno le da envidia porque uno vive casi siempre confuso ante este mundo tan abigarrado, o simplemente indeciso respecto de fenómenos complejísimos y sólo en apariencia simples, por ejemplo que si se muere o no Fidel y qué va a pasar en Cuba y, más importante, cómo va a pasar lo que sea que vaya a pasar; o que si Israel algún día va a querer dejar de recluir en ghettos a los palestinos y si los palestinos van a estar dispuestos a reconocer a Israel como Estado… Tantas otras cosas…

En fin, que mucha gente ve como un “pecado laico” cambiar de opinión a la luz de nuevos acontecimientos, o debido a la variedad de los contextos y sus interminables matices, o simplemente a raíz de nuevas informaciones que uno pueda hallar de casualidad, o perspectivas que uno no había pensado antes y de pronto piensa.

Es que aparentemente la moda –y el imperativo irrenunciable, el que más pánico le mete a mucha gente entre pecho y espalda, es no dejar nunca de estar a la moda, alguna moda– es esa: preferir que se hunda el mundo (o el país, o el grupo x al que uno pertenezca, o uno mismo) antes que cambiar de opinión o reconocer un error, o ceder en algo o recapacitar o, de verdad, negociar con el enemigo.

Es como si el signo actual de los tiempos –el más común por todo el mundo– fuera la soberbia. Porque muchos siguen pensando que negociar es ya “perder”, por el simple hecho de renunciar a la fuerza, como si, de hecho, lo único noble para un ser humano fuera pelear por la fuerza hasta que sólo quedara un único “ganador” en pie. A mí me cuesta entender cómo ese último podría sentirse ganador después de haber destruido medio mundo, propio y ajeno, pero bueno, que precisamente por ahí anda la cosa, en cómo llegamos a pensar tales pensamientos y defenderlos a muerte.

Lo bueno –para mí al menos– es que aquella gente de claras conciencias ya no me provoca envidia. Quienes tienen todo claro me parecen más autómatas que seres pensantes; quienes fácilmente encuentran la posición moral correcta para cada situación y problema y se sienten por eso santificados o simplemente “buenos”, apegándose a las fuentes (bibliográficas o políticas) de su particular elección como a evangelios; quienes siempre y de antemano tienen clarísima cuál es su posición, pues esos me parecen simplemente gentes de mentalidad militar: la posición rígida y dogmática, ¿no es siempre una posición militar, una posición que vive para estar a la espera de la guerra precisamente porque invita al enfrentamiento?

Por eso el pensamiento debería entrenarse no ya tanto en posiciones militares y técnicas de guerra, sino en posturas de baile. Estas, además de agradar al sentido estético y entretener, tienen la ventaja de tener una predisposición más bien al movimiento e incluso a la improvisación, al mutuo entendimiento de las partes, acaso sólo para que una no maje a la otra en un dedo o de plano le haga una zancadilla. Digo, que acaso sea mejor inventarse un camino juntos bailando que, con posiciones firmes, tratar de obligar al otro a que siga mi camino previsto.

Por todas estas razones he decidido empezar a practicar la desconfianza. Y voy a empezar por desconfiar de quienes no quieran bailar y tengan, en cambio, siempre clarísima y prevista su posición, su única posición, bastión militar y muralla infranqueable.

Obviamente es de esperar que si uno se declara –por prudencia propedéutica y deseo de tolerancia– sin posición rígida ni defendible a muerte, eso bastará para que lo tachen de “relativista”, “nihilista”, “inmoral” o simplemente imbécil. Lo cual no es grave, claro, pues creo que es preferible ser un imbécil confundido que un imbécil asesino (o un imbécil que simplemente elige apoyar a un bando de asesinos en contra de otro bando de asesinos, es decir, uno de esos imbéciles que reducen la realidad a oposiciones –sin alternativa– entre distintos bandos de asesinos).

En suma, que no creo que se trate, hoy en día, de ponerse del lado de un bando o del otro, creyendo que uno, y sólo uno, tiene finalmente la razón, sino de buscar maneras de que las cosas, cada día menos, se vean desde esa perspectiva reduccionista de unos (buenos) contra otros (malos), pues obviamente los buenos de aquí serán los malos de allá y viceversa y mientras se sigan viendo así las cosas lo más probable es que no lleguen nunca a cambiar demasiado. Por otro lado, difícilmente la razón será algo que solo pueden tener unos y nos otros, con lo cual pretender poseerla en sentido absoluto, como si fuera una cosa, más parece una tontería o llanamente una inutilidad.

Y sin embargo, lo que más me duele es que esta moda guerrera ha penetrado ya tanto en la cotidianidad que parece reproducirse sin más entre familias, entre amigos, en la academia, en las aulas, en la calle: las personas parecemos vivir con bombas morales en la boca y con una sospecha omnívora que nos hace buscar con desesperación cualquier oportunidad para sentirnos atacados y atacar, para sentir que el malo es el otro, siempre algún otro y nunca uno mismo. O que en la vida, en general, se trata en última instancia de pelear y ganar.

Es una lástima, entre otras cosas porque bailar solo –o bailar solamente esos bailes de modas pasajeras en los que todos repiten al unísono los mismos movimientos– no será nunca tan gratificante como bailar con otros y con libertad de movimiento.

Recuerdo a Nietzsche, tan mordaz como siempre, que decía: "Sólo creería en un dios que supiera bailar." Desgraciadamente, los dioses que hoy en día están de moda parecen ser de una tiesera brutal e incurable.

7 comentarios:

Luis Chaves dijo...

para usar una de esas frases que aora son comunes pero que claramente son una mala traducción del original en inglés: no podría estar más de acuerdo con vos.

salvo talvez en eso que decís acerca de que la cultura guerrera de ahora. no creo que el mundo esté cambiando.

gran cita de nietzsche.

pezenseco dijo...

sí, creo que es cierto eso que decís, al rato y no es de ahora, tal vez la diferencia simplemente está en que antes no había tele para ver a diario tanta matadera...

Ana dijo...

Me encantó el texto... después de ver tanta televisión gracias a mi reposo me hacía falta leer algo así, que obvio no encuentro en los periódicos que llegan a mi casa.
Me parece bastante interesante esto del baile y baile de dos, no sólo ni siguiendo alguna ya preestablecido. Desconfiar de la gente que no quiera bailar me parece maravilloso, viéndome yo misma rechazándolo algunas veces esto cambia toda perspectiva.

La postura debe de ser como la palabra, propia, a pesar de que sea tan fácil pedirla prestada o copiarla (y sin derechos de autor). Y no importa si detrás de su palabra está la de muchos otros, mientras no se pierda la propia.

Y para terminar, la televisión nos ha hecho darnos cuenta de que las cosas pasan y al mismo tiempo nos hace olvidarlas más fácil; estamos acostumbrados a tanta imágen sangrienta y terrible (gracias al amarillismo de muchos periodistas y del público que le gusta) que te encontrás a vos mismo almorzando con niños muertos y lagunas de sangre de fondo. Insisto, no entiendo al genio que se le ocurrió pasar las noticias a la hora de la comida (y las 3 comidas!!)

Luis Chaves dijo...

bailar es una exageración.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razon, me gusta la coherencia con la que escribes y la manera en que acomodas palabras conceptos

Julia Ardón dijo...

Excelente artículo. Estoy totalmente de acuerdo...ojalá no cambie de opinión..;)
¿ me dejás ponerlo en por la boca vive el pez?

pezenseco dijo...

JULIA: Por supuesto, podés ponerlo donde querás, perdoná que no hubiera contestado antes, estaba "offline" hace rato...