1 abr 2006

mañana optimista

Hay mañanas en las que, sin razón aparente, simplemente me levanto con optimismo. Yo desconfío terriblemente de las personas que siempre son optimistas, en todas las situaciones imaginables, personas que no le dejan a uno ni siquiera sentirse un poquito mal por algo y que siempre tiene la respuesta o la solución para todo, como si estuvieran ontológicamente prohibidos la nostalgia y el dolor, la duda o el temor. Es que a veces hay que sentirse mal y punto, también así aprende uno ciertas cosas que de otra manera no aprendería. Y no hacerlo nunca sería estar siempre evadiendo dimensiones importantes de realidad y de uno mismo… En ese sentido, el optimista extremo se parece mucho a un vendedor, de esos que siempre buscan la manera de convencerlo a uno de que compre algo, de que le conviene aunque a uno no le interese o necesite el chunche que le está vendiendo, etc…
Obviamente, a mi todos los extremos se me parecen demasiado (todos son extremismos, obvio) y en general rehúyo de ellos, y por eso tampoco se me da bien el pesimismo a ultranza, esa idea horrorosa de que todo es una trampa del universo para reírse de nosotros… Siempre intento habitar las zonas intermedias de todo, aun si son borrosas, negociando, tratando de no ser injusto con nada ni nadie, con ninguna posición. Pues claro que es difícil, pero es que vivir es ya de por sí difícil, ¡cómo no va a ser más difícil convivir! Es decir, hacer lo mismo que uno hace por sí mismo (y quiere, y sueña, y no quiere, e ignora, etc.) pero con otros al lado, rodeado siempre de gente y cosas y obligaciones…
En todo caso, decía que hay mañanas en las que, sin razón aparente, me levanto con cierto optimismo, una especie de convicción de que las cosas van por buen camino, o de que pueden mejorar realmente, en sentido personal y colectivo, a pesar de que a veces toda la situación del mundo sólo incita a desesperarse, qué sé yo. Y lo mejor de esas mañanas es que en lugar de leer el periódico y pensar, como inevitablemente hay que pensar cuando se abre el periódico, “¡qué barbaridad”!, me siento a escribir creyendo que todavía es posible usar las palabras como esfuerzo por acercar a las personas y como ejemplo, precisamente, de una convivencia siempre posible, esa que el mundo tal como es insiste en quitarnos. Por eso no creo que la literatura o la escritura en general tengan un propósito cognoscitivo o lúdico, no son esencialmente ni ciencia ni entretenimiento, sino algo más importante: su función es ética, pero en el bueno sentido de "ética", es decir, no en el sentido cuasirreligioso de enseñar una moral, unas reglas, unos mandamientos, sino en el sentido más inteligente de mostrar cómo pueden las personas más disímiles reunirse, entenderse, aceptarse, tolerarse, reconciliarse después de hacerse violencias mutuas… La literatura está más allá de las religiones, las leyes, las ciencias, y por eso más acá de la vida diaria de la gente, y por eso mismo es más útil que las religiones, las leyes y las ciencias para mostrar la necesidad de convivencia, de justicia, y no sólo su necesidad sino sus posibilidades...
En fin, hoy, porque me levanté raramente optimista (raramente para mí, claro), he pensando con renovada convicción que la literatura no está condenada aún a perderse en la banalidad de la novela-acción (novela-escrita-como-guión-hollywoodense), a pesar de que sólo eso parecen querer las grandes editoriales (quieren vender tantos libros como se venden entradas de cine, y creen que eso es posible sólo si los libros son como esas películas que llenan los cines)... Hace tiempo me viene obsesionando este asunto. ¿Qué pasa con esos textos tan poco comerciales que sin duda se siguen escribiendo, dónde están, cómo se puede hacer para que sean de más fácil acceso? ¿Y si es uno quien los escribe o quiere escribirlos, qué hacer con ellos, adónde enviarlos, cómo publicarlos?
No voy a amenazar demasiado mi ligero optimismo de hoy con más preguntas aguafiestas. Lo importante es contar con los textos. Es decir, hacerlos. Lo demás sabrá cómo llegar, a su tiempo. Al menos eso es lo que hoy mi leve optimismo me hace pensar.

3 comentarios:

Denise dijo...

Me gusta mucho esa idea de la literatura casi como reconciliación, pero algunos caen en la tentación de adoctrinar, o de explicarte demasiado y al final se siente uno como con una versión renovada de "Paco y Lola"
(claro que ya con que NO diga "mi mamá cocina, mi papá lee el periódico" ya estamos más a salvo).

El único problema del optimismo es cuando te sonríe demasiado y no te deja ver las posibilidades reales, pero qué carajo, leí tu respuesta del post anterior y el comentario de Julia y me entró un subidón anímico, supongo que las posibilidades están medidas proporcionalmente con el empuje (y el trabajo, claro).

Humo en tus ojos dijo...

jeje...Disculpas por el comment tangencial, Denise, en mi caso yo siempre me río porque sé que no tendría cara (bueno sí, 'carebarro') para regañar a una maestra de mis hijos no-natos por enseñarles a leer a lo Paco y Lola: 'Mamá amasa la masa, papá lee el periódico', si mamá no amasa la masa, mamá no es ceramista...

Y regresando a lo tuyo, sería bobo -creo yo- caer en el optimismo siporquesi y palmaditas en la espalda de que mañanatodoserámejorvasaver, así como tampoco estaría bien que una persona por inteligente, o por tener capacidad de análisis crítico sea un inteligente que vive infeliz e insatisfecho de todo (¿vendría eso coincidiendo con el concepto de inútil emocional?) Tus mismas preguntas me las hago yo respecto a las artes visuales... dónde quedan todas esas cosas que no se pueden enmarcar con los discursos oficiales, con las cosas que rechazan los museos y las bienales, no por falta de rigor cenceptual, si no a veces por la crueldad de que no están hechas con un lenguaje 'in'. Me meto a veces en la duda maniaca de si estaré tratando de ejercer un oficio que está destinado a desaparecer reemplazado por el plástico. Pero la verdad que teniendo las piezas en mi caso, los textos en el tuyo, si un antopólogo a futuro se encontrara esas rarezas, quiero pensar que le tendría más amor al reto de desentrañar esa singularidad que se sale del patrón.

Anónimo dijo...

Esto es parecido a lo que le dije a Denise en su último blog. Es una lucha contra los que ganaron atontándonos, porque al final resulta más facilista sentarse y no pensar (como con el mal cine, los libros Paco y Lola, la literatura fofa) que hacer el esfuerzo de aprender por ejemplo una palabra nueva cada día (cuidado que así se mueren las computadoras, lo digo por experiencia propia), o retar las convenciones de la mente para leer algo más complicado, como algunas de tus Escripunturas, que en algunos casos las leo dos veces, no porque no se entiendan, si no porque me retan a pensar diferente, a incorporar otros conceptos a mi pensamiento mariposónico.

Por cierto, me encantó lo que me escribiste cuando hablé de mi abuelita. Gracias.