Es increíble la cantidad de tonterías que llega uno a escribir. Yo, al menos, he pasado ya casi quince años echando todo tipo de efluvios al papel, y ayer, revisando esos “archivos” viejos y otros no tan viejos, me di cuenta justamente de eso: la cantidad de tonterías que llega uno a escribir. Supongo que todos los que escriben por una u otra razón, van cargando o acumulando el mismo volumen de anotaciones, proyectos, cuadernos, borradores, libelos espontáneos o mamotretos interminables. La mayoría de autores, dichosamente, eligen bien lo que publican y no ventean toda esa cadena interminable de bosquejos que constituyen el oficio de escribir. (Lástima que no se pueda decir lo mismo de algunas editoriales.)
Por mi parte, yo he sido bastante cobarde y todavía no me atreví a intentar hacer público ninguno de mis “textos tamaño libro”. Les llamo así porque no sé qué son: si diarios, novelas, epistolarios, experimentos anacrónicos o trillados, o simplemente –esta es mi opción preferida– catálogos de textos. Es que no entiendo por qué, para que un libro sea considerado libro, debe estar clarísimo e irrefutable qué es: si antología de cuentos, novela, diario, poesía, ensayo, etc. Esta obsesión metafísica de las editoriales y del mundo literario me cae particularmente mal, es como una camisa de fuerza tácita que indica cómo y por qué escribir. Actualmente están tan bien identificados los géneros que no parece haber demasiada demanda por simples “textos”. Imagínense, por ejemplo, un libro –uno real, físico, con tapa y papel y olor a libro– que fuera como un blog, pero hecho libro. ¿Es que a las editoriales les interesa publicar algo como eso? Me parece que no, y esa ha de ser también una de las razones del gusto masivo por los blogs: llenan un espacio intocado y cumplen una función inexistente en el mundo editorial. Un blog deja que la escritura sea más íntima y espontánea, no tiene el peso terrible de la intermediación editorial y publicitaria, no conoce de modas o categorías (literatura española, novela histórica, etc.), y encima permite que todos los autores/lectores sean lectores/autores a la vez y se dejen comentarios y conversen aunque nunca se hayan visto la cara; y encima, que entre todos y poco a poco, sólo por referencias y links, etc., decidan a quiénes les gusta leer y a quiénes no. Por supuesto, los más elitistas dirán que allí la desventaja es que todo "vale lo mismo", y que al menos los procesos editoriales de selección garantizan que sólo se publiquen los mejores textos. Obviamente eso está muy lejos de ser verdad, si juzga uno por las cosas que se publican hoy en día: novelas-guión, novelas tipo Hollywood (sólo acción), etc.… Pero el problema de la calidad o falta de ella parece ser cada día más difícil de resolver por las grandes editoriales, que parecen obligadas a elegir entre calidad o ventas masivas y casi siempre eligen lo último. E incluso en autores más atrevidos e innovadores, tal vez Houellebecq, Bolaño o Vila-Matas, por decir algunos nombres, el "género", a pesar de todo, sigue estando muy presente: es que los libros deben ser identificables, será para que las librerías sepan en qué estante ponerlos.
Pero no era mi intención hoy ser cínico ni extremista. Evidentemente todavía hay muy buenos textos por aquí y por allá, en el mundo de papel y en la blogosfera. Lo que simplemente pensaba era que no veo por qué debieran ser excluyentes el estilo/papel y el estilo/blogosfera. A mí al menos siempre me han encantando los libros que son más diarios que novelas, o sólo libros de apuntes o reflexiones, qué sé yo, el Libro del desasosiego de Pessoa, por ejemplo, o los amargos y lúcidos textos de Cioran, que bien podrían haber sido el blog más exitoso de la historia si a él le hubiera correspondido vivir en la época de la web…
En fin, ¿qué pasa si uno sólo quiere escribir, sin estar circunscrito previamente –antes de sentarse de hecho a escribir– a un modelo genérico? Sí, ya sé que estoy simplificando las cosas, que el asunto del género es más complejo (quizá tanto, en literatura, como en asuntos de género sexual); pero por mor de la argumentación, se podrá conceder tal vez que hay hoy una especie de abulia contra el género, es decir, contra la diversidad de género, una pereza de no atreverse a cruzar los evangelios editoriales y deshacer la dureza del género. Es ingenuo e imposible, eso lo entiendo, escribir de manera virginal, como si pudiera uno inaugurar algún estilo o patrón, etc… Pero es que no se trata de eso. Se trataría de zafarse en la escritura de la rigidez de la identificación genérica, así como muchas personas con justo derecho bregan para que se les reconozca su identidad (o no identidad) sexual cuando no quieren ser reducidas a la simple y aburrida oposición hombre-mujer. De todos modos, si uno revisa bien los textos, se da cuenta que ya de por sí, por más esfuerzos editoriales o “críticos”, los textos en general participan de diversos géneros. Es decir, no podría uno identificar de manera esencialista una novela pura, o una poesía pura o un ensayo puro. Siempre hay juego entre conceptos y metáforas, por ejemplo, y ya sólo eso embarra la anhelada limpidez. Por eso, parafraseando a Jacques Derrida, creo que los mejores textos son aquellos que no pertenecen a un solo género, pero participan de varios. La diversidad y la mezcla siempre parece estar del lado de la creatividad, de la belleza, de la vida y del pensamiento.
Y bueno, ya ven, entre todas las tonterías que me he dado a escribir, pues también hoy he escrito esta, que no sé ya ni puedo saber definitivamente, si será o no tontería, si será o no sólo capricho mío, o si arrastra todo esto algún dejo de objetividad. Aunque la objetividad en sentido humano sólo puede ser alguna variedad de intersubjetividad, así que lo menos que puede uno esperar si escribe y hace públicos sus devaneos textuales, es que algún otro (u otros, mejor, siendo ambicioso) metan mano o voz o palabra en lo que uno ha escrito para que así entre varios vayamos haciendo real, al menos, esto que escribimos porque se nos antoja. Uno puede hablar o escribir solo durante años, y está bien, pero nunca será lo mismo que hablar o escribir con otros, así como no es lo mismo quererse a sí mismo que quererse con otros…
Yo, personalmente, creo que la escritura más importante para el futuro, será una escritura personal, que no es lo mismo que autobiográfica, una que pueda de algún modo distanciarnos de la creciente abstracción en que el mundo “real” se ha convertido y nos convierte todos los días. Supongo que también ha de ser por esto el gusto actual por los blogs: uno los lee y siente que del otro de la pantalla hay personas y no sólo personajes. Dicho en otras palabras: una escritura que no tema decir "yo", pues ¿por qué temer si ya hemos superado las reliquias románticas o religiosas del Autor y del Alma? La escritura del futuro debe aprender a decir yo impersonalmente. O bien, jugando, debiéramos aprender a hacerlo para que tenga futuro la escritura...
En fin, que no habría que elegir entre estilo/libro o estulo/blog, sino, ojalá, encontrar un día la manera de mezclar sus bondades sin que pierdan cada uno su singularidad: en general me parece más sensato no pertenecer a ninguna identidad y en cambio participar de varias; y lo mismo valdría con los estilos, con los libros, con los géneros, con los países…
Y bueno, eso, callo, ansioso, y espero.
(P.D. Este mismo texto ejemplifica un poco lo que digo, pues mi primera intención cuando empecé a escribirlo, fue usarlo para mi columna en La Nación, pero luego vi que era imposible porque su extensión es de más del doble del espacio (invariable, rígido) disponible en el diario; así que decidí colgarlo aquí en el blog, que amablemente recibe todo lo que le ponga.)
4 comentarios:
Eso mismo, a veces me quedo con las ganas de comentar las Escripunturas.
Precisamente hoy hablaba de eso con unos amigos, qué lógica tiene que me digan cómo escribir?, cómo dibujar?, cómo diseñar?; el producto es del autor y genuinamente nació siendo eso, al adaptarlo pierde su esencia poco a poco, como esto que escribió, que pudo haber sido recortado para La Nación y así perder la esencia.
De acuerdo con vos, justo tenía una conversación en estos días sobre el sentido de los premios literarios, en algunos casos se premia la "novedad" (los menos), en otros casos parten de lo que, por ejemplo, se entiende como novela y luego las razones de las decisiones se pierden:
¿premian lo mejor o premian lo "vendible"? ¿leen todos los manuscritos o leen algunos? (porque por ejemplo para el Premio Alfaguara les llegan cerca de 600 novelas de mínimo 150 páginas y entre el cierre del plazo y la premiación hay 3 o cuatro meses... ¿se lee cada miembro del jurado- asumiendo que se los dividan- 100 novelas en 3 meses?)
Ahora, también entiendo que las editoriales en su mayoría son organizaciones con fines de lucro, pero sería refrescante que en vez de gastar 600 mil euros en promocionar un libro más de esos de misterios, aventuras y demás (como La Catedral del Mar, eso justamente se gastaron), usaran 100 mil para ese fin ya que les hace tanta ilusión y con los otros 500 mil hicieran cosas más novedosas, más arriesgadas, talvez les da buen resultado, pero sin el ánimo de probar estamos jodidos.
Yo pensaba en esta cosa de los géneros y las categorizaciones aplicadas a mi mundillo de las artes visuales, según las cuales, mi arte viene siendo una muestra de 'arte menor', pero si fuera escultora sería entonces exponente de un 'arte mayor'. Por mucho que hayamos avanzado al respecto, a mí no deja de sonarme ridículo esto de segmentarlo todo y darle más o menos valor según el segmento al que pertenece. Como si la raíz de una planta tuviera más rating que la flor...
ANA: Cuando querás comentar las Escripunturas pues enviame un mail, yo encantado, a veces nadie dice nada y se siente uno como hablando solo a pesar de que el texto sale en un periódico. Sobre lo otro, yo no creo ni en la objetividad pura ni en la subjetividad pura; todo lo que somos, creo, es relación, interrelación etc... El asunto, creo, es que esas relaciones debieran establecerlas directamente autores/lectores, como en los blogs, sin la mediación mercantil de las grandes editoriales y críticos literarios que deciden por los demás qué es bueno y qué no. En todo caso me parece genial que al menos tengamos ahora esta herramienta para sacarnos un poco el clavo.
DENISE: Todo ese asunto de los grandes premios da bastante rabia, en realidad. Hasta yo alguna vez he enviado algún manúscrito a uno de esos "concursos de belleza", no sé si por ingenuidad o desesperación... En efecto, premian lo más vendible y los más vendible es lo más light o "normal", porque los lectores promedio, supongo, no son muy exigentes... Además no te creás que los miembros del jurado se leen todo, al contrario, antes de ellos siempre hay una serie de "lectores profesionales" que eligen algunas pocas novelas que sí son las que al final leen los del jurado. Y sí, de acuerdo con vos: estamos jodidos.
HUMO: Eso de "mayor" y "menor" es, como todas las demás etiquetas y géneros, una convención; y lo bueno de una convención es que no es ni eterna ni intocable ni sagrada, y en cualquier momento se le puede dar vuelta o derribar del todo. Yo en general creo que todas esas oposiciones tajantes (hombre-mujer, cuerpo-alma, occidente-oriente, etc) que gobiernan nuestro mundo (o nuestra imagen del mundo) sólo sirven para separar a las personas, para inventarse jerarquías ficticas, para acrecentar las violencias. Todo está contaminado de su otro, y lo menos que podemos hacer, creo, cada uno, desde donde estemos o creemos (literatura, artes visuales, o simplemente al conversar con otros, etc.), es tratar de desarmar esas jerarquías y promover en cambio las diferencias más horizontales...
Con un libro no podríamos hacer esto que estamos haciendo aquí de manera tan espostánea o inmediata...
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