22 sept 2007

par de apuntes

1/

Ya no respiraba cuando quería respirar / ni quería cuando aspiraba a querer. Pero, y qué si voy y vuelvo y si, como decía aquel, todo gira como un volante loco / aquel poeta que todos odian por cursi y todos también aman por cursi, aunque cursis acaso solo sean quienes lo leen cursimente / y qué, pues, si voy y vuelvo y decido un día, de súbito, al mirarme al espejo, encontrar allí y aquí a alguien raro, con una vida que no era la suya pero ahora es la mía… ¿Y qué?

2/

Las palabras, como siempre, son a la vez hipócritas y fieles. Cambian tanto como uno cambia. Antes me servían unas palabras que ya no me abren ninguna puerta ni me sirven siquiera para indicarle al vecino que… Digo, ahora me sirven igual, pero son otras palabras… Siempre están ahí, las mismas y diferentes, como una droga, a la vez un remedio y un veneno, como ya sabía el viejísimo Platón… Las palabras son la libertad misma atrapada en unas formas limitadas, unas formas que cuando uno las va a usar para expresar su libertad encuentra que ya existían, porque uno no las crea, no las inventa, solo las usa, y sin embargo siguen siendo también eso, la libertad de decirlo todo, lo que sea, lo que sea posible con ellas, y por eso, también, se dejan recrear y poco a poco, como la historia, como las especies, evolucionan, giran, unas se olvidan, otras regresan, algunas se pierden para siempre y en el futuro, el inmenso futuro, habrá sin duda millones de palabras nuevas, y lenguas, y gentes o tipos o seres que se mirarán también en sus espejos y no sabrán que en algún momento del pasado geológico yo los pensé, solitario, verbal, en una mañana cualquiera del tiempo.

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9 jun 2007

cena / ciones unidas /

No tengo muy claro por qué, escuchando hace un rato a June Tabor, pensé en ocasiones solemnes o desfiles patrióticos o cualquier cosa por el estilo. Será que el folclor británico debe sentirse así, como una especie de “espíritu” en la sangre que nada más dice: viví, seguí, defendé esto o aquello... O tal vez solo le dice eso a un no-británico que, fortuitamente, se levantó hoy casi de madrugada porque tiene obligaciones y, prácticamente sin haber llegado a dormirse en serio, ya debe trabajar otra vez… Porque la verdad no estaba siquiera poniendo atención a las letras, me movió simplemente la tonada, la melodía o el “aire”…

Ayer, mientras cenábamos con Ale y un buen amigo suyo nicaragüense, pensé como tantas otras veces en la necedad que tenemos los humanos de ordenar casi todo en la vida alrededor de las herencias, las nacionalidades, y de hacer grupos con los cuales identificarnos y otros de los cuales diferenciarnos... Hablamos, previsiblemente, de la despedida de Taiwán y la llegada de China. A mí se me ocurrió que podría mandar a hacerme un estudio genético, pues uno de mis bisabuelos era chino y quizá ese breve porcentaje de mi genoma que me “orientaliza” podría eventualmente traerme alguna ventaja. Una idiotez, obviamente, pero como broma tuvo resultado durante dos o tres segundos.

Luego pensé, más en serio, que algunas cosas que mucha gente dice y no tanta gente practica son tan simples y promisorias que acaso sea por eso mismo que no se hacen tan comunes como deberían. Me refiero a la celebración de la diversidad y a las inmensas ventajas que todos podríamos ganar si cada día más, moral y jurídicamente, todos esos grupos políticos artificiosos y trillados, esas identidades esencialistas y casi “animistas” que aún llamamos “países”, dejaran de ordenar tan estúpidamente las relaciones entre las personas. ¿Por qué, si las transnacionales tan campantemente se saltan fronteras e ignoran idiosincrasias en nombre de su voracidad elemental, no pueden también la legalidad y la decencia saltarse las fronteras? A mí me parece evidente que, en buena parte, algunas de esas gigantescas multinacioneles hacen lo que quieren porque paralelamente a su expansión no existen aparatos de derecho igualmente transnacionales. Ellas van adelante, y la regulación posible parece tener décadas de rezago... Digo, si en los negocios es tan fácil saltarse esas ideas duras de nacionalidad, ¿por qué cuesta tanto más hacerlo moral y políticamente?

Ayer, en la cena, además de los chinos y taiwaneses, estábamos sentados a la mesa (unos en carne y hueso y otros espectralmente) el amado ucraniano de Ale, tica como yo, y Lu, mi esposa, hija de chilenos y nieta de un escocés emigrado a Santiago, y Ariel, nica, y mi padre español y mi bisabuelo chino; encima, cenábamos en un encantador restaurante argentino rodeados de fotos de Cortázar, de Gardel, de Maradona y del Ché.

En fin, que si todo fuera tan fácil como sentarse a comer y conversar y sonreír… Me pregunto si en la ONU, cuando celebran cenas solemnes, piensan también en estas cosas, o si, en cambio, como siempre, simplemente termina ganando el hambre.

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29 may 2007

tragedia

Algo similar a lo anterior, de George Bernard Shaw:

"There are two tragedies in life. One is not to get your heart's desire. The other is to get it."

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21 may 2007

paraíso

- el paraíso es siempre lo que no tenemos o no conocemos; y cuando llegamos a conocerlo, obviamente al instante sabemos que eso no es el paraíso. Y empezamos de nuevo a imaginar otro paraíso, y otro y otro -

- el paraíso, en efecto, no es un lugar o no puede tener lugar; es, pues, una utopía, a condición de saber y aceptar que solo así puede ser paraíso: como no lugar, como evanescencia inexistente y, sin embargo, motor de la imaginación y del deseo -

- el paraíso es eso, exactamente: no poder jamás dejar de desear -

- y entonces el precio de obtener el deseo es perder el paraíso -

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23 abr 2007

normalidad

Por siglos, a los seres humanos nos ha fascinado la idea de que somos únicos, excepcionales, de que nada en la naturaleza se asemeja siquiera a nuestra excepcionalidad. Solos nosotros tenemos razón, por ejemplo, o solo nosotros tenemos alma, lo cual es casi siempre equivalente a lo primero, aunque en versión religiosa; o peor: solo nosotros tenemos sentimientos. De incontables maneras han querido hacernos creer que tenemos alguna cualidad especial que nos hace superiores al resto del mundo animal, incomparables, más dignos, o divinos.

Claro, de Darwin hacia acá hemos empezado a aceptar que todos los rasgos humanos los expresa, en diferente grado, algún animal… Por otro lado, en la naturaleza cada especie es única, o cada una tiene su especificidad. Cada especie es a la vez semejante y diferente de otras, pero también única, con algún rasgo particular, físico, o de comportamiento, etc… Es cierto, por ejemplo, que solo nosotros hemos construido naves espaciales para ir a la luna, pero nosotros no sabríamos cómo indicarles a otros, simplemente bailando en la oscuridad, en qué dirección y a qué distancia hay un botín de alimentos, como hacen las abejas en sus extrañas danzas en el interior oscuro de una colmena. O no podemos simplemente cambiar de sexo porque así lo exija el contexto donde estemos, como hacen algunas especies de peces ante la necesidad; ni tenemos moco de elefante, ni segregamos veneno ni nos crecen plumas de pavo real…

Y al mismo tiempo que sueñan con ser únicas en todo el universo, las personas humanas corrientemente se desesperan por “normales”, encajar, ser aceptadas. Es como si simultáneamente nos devoraran dos ansias: de singularidad y de normalidad. No en vano cada día parece más firme el propósito político de que llegue a ser normal que a cada quien se le acepte tal como es.

Y acaso si cada especie es única, también cada individuo sea único; digo, cada individuo de la especie, sea chimpancé, elefante o sapiens sapiens. De hecho, creo que lo extraño e inesperado, tras millones y millones de años de selección natural, sería una especie de individuos todos iguales, es decir, por naturaleza solo “normales”, sin singularidad, o bien: solo iguales y no iguales y diferentes a la vez. No creo que la evolución perdería su tiempo avanzando hacia semejante trivialidad…

(foto tomada de The Jane Goodall Institute)


Genéticamente, por ejemplo, todos los seres humanos vivos actualmente somos prácticamente los mismos, nuestras diferencias parecen deberse a partes o expresiones ínfimas del genoma… Somos, incluso, apenas 1.5% o 2% diferentes, genéticamente, de los chimpancés; tanto así que genéticamente hay más semejanza entre los chimpancés y nosotros que entre los chimpancés y los gorilas. ¡Cuánto más no seremos “los mismos” todos los seres humanos!

Visto de otro modo: todos los seres humanos vivos actualmente tuvimos un ancestro común no hace tanto tiempo, quizá, según algunos estudios, unos 200000 años. Ya dicho, esto suena bastante obvio, ¿pero cuántas veces lo pensamos así mientras le anunciamos augurios escatológicos al tipo que se saltó el alto y casi nos choca, o a alguien cuya gran diferencia de nosotros es haber nacido del otro lado de una frontera totalmente convencional, política y no más que eso? Compartimos, por ejemplo, todos los seres humanos vivos actualmente, una sola madre, aparentemente africana, que vivió hace tan solo unos 200000 años. Todos somos sus descendientes: iguales. Y cada uno es único: diferente. Con el mismo vocabulario genético es posible crear billones y billones de criaturas distintas y tan similares como todos nosotros: todos los seres humanos que han existido, existen y existirán. Es algo análogo a lo que pasa con cualquier lengua: con un vocabulario finito, aunque siempre en formación y transformación, podríamos llegar a la eternidad escribiendo, por ejemplo, novelas diferentes. Un mismo vocabulario y unas mismas reglas gramaticales pueden usarse en prácticamente infinitas combinaciones. De ahí, supongo, el refrán: cada uno es un mundo. Pero un mundo, en efecto, construido con los mismos ingredientes y las mismas herramientas con los que cada otra persona habita y rehace su propio mundo. Las herramientas genéticas son las mismas, pero el orden y sus expresiones son distintas. Iguales, pues, todos, cada uno es único. En la naturaleza lo normal es ser único.

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14 abr 2007

plantas


Las plantas se dejan mover en el azar del viento.
Parecen felices.
Parecen tenerlo todo: raíces, frescura, vigor, colorido, y reciben sol y aire y lluvia y bailan con el viento en movimientos improvisados, sin programación previa.
A veces imagino que así debe ser la alegría. Aunque no la felicidad: la desgracia única de las plantas es no poder cambiar de sitio por su propia voluntad.
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12 feb 2007

el olvido

I
Anoche olvidé cerrar las cortinas. Hoy, el amanecer llegó antes de tiempo y una lengua de sol lame el suelo. Duele: mis ojos siempre pagan el precio de mis descuidos.

II
O bien: creés que no has olvidado nada y, de pronto, una mañana cualquiera, la consecuencia del olvido te desgarra la cara.

III
En otras versiones, uno sabe que ha olvidado algo importante, pero no sabe qué. Luego la respuesta aparece con tal naturaleza que uno, indefenso, no tiene más opción que saberse imbécil.

IV
También sucede que uno recuerda de golpe, un rostro, su nombre, una palabra que no dijimos y deberíamos haber dicho, una disculpa, un rencor, o el cuerpo en flor de…

V
Hoy dormiré a la defensiva.

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5 feb 2007

fracaso


Hace muchos años pasé por una etapa en la que leí fanáticamente los libros de E.M. Cioran, con lo cual en lugar de inclinarme a cierto nihilismo lúcido y ambigüo –el del mismo Cioran– me convertía en una especie muy rara de creyente: ese que empieza a ver el mundo, en general, desde la óptica particular de un solo autor al que lee fanáticamente.

En todo caso, ayer ojeaba algunos libros que yacían desacomodados por ahí y en uno de los volúmenes de Cioran (Del inconveniente de haber nacido) encontré, entre otros, este pasaje resaltado en marcador naranja:

"En esto se reconoce a aquel que tiene disposiciones para la búsqueda interior: pondrá el fracaso por encima de cualquier éxito, buscará incluso ese fracaso; inconscientemente, claro está. Y es que el fracaso, siempre esencial, nos desenmascara, nos permite vernos como Dios nos ve, mientras que el éxito nos aleja de lo que hay de más íntimo en nosotros y en todo."

Recordé cómo, en efecto, en aquella época lejana suscribía enteramente esa ominosa sentencia: necesitar el fracaso era una anómala manera de sentirse heroico en un mundo absurdo. Otros le llaman simplemente “adolescencia” a momentos como esos… Pues ahora, lejos, ya no resaltaría ese pasaje e incluso sería posible que me provocara, de leerlo por primera vez, cierto disgusto…

“Éxito”, sí, ¿pero qué diablos es eso? Lugares comunes: dinero, poder, fama, realización personal… Obviamente aún no sé qué será eso de tener éxito, y supongo que solo tendré una idea clara sobre mi propio éxito o fracaso cuando esté cercano a morir (esto, claro, si la muerte se apiada de mí y me deja pensar un rato en ella en lugar de tomarme de improviso en un atropello o víctima de un asalto o resbalando imbécilmente en las escalares de mi casa)… Al menos tengo clara una cosa: ya no creo en el fracaso como heroísmo vanguardista ni como vocación subdesarrollado hacia esa rebeldía juvenil de simplemente mostrar que el mundo es una mierda haciendo que la propia vida sea una mierda, etcétera… ¡Que excusas para culpar a otros de todo el mal del mundo sobran!

En fin, querido Cioran, que el tiempo puede, en efecto, deshacer todo tipo de amor…

Lo cual, obviamente, no impide que siga admirando sus textos por muchas otras razones, como cuando, despechados ante una pareja que acaba de abandonarnos, decimos que ya no nos importa pero seguimos internamente sufriendo vahídos y ataques enfermizos de deseo cuando a la vuelta de cualquier esquina súbitamente topamos con ella y, al tiempo que pensamos “maldita”, en realidad solo quisiéramos que recompusiera nuestro deseo con la entrega de su propio deseo…

Dice, también, Cioran:

"La única forma de soportar revés tras revés es amando la idea misma de revés. Si se logra, no hay más sorpresas: se es superior a todo lo que ocurre, se es una víctima invencible."

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