1/
Ya no respiraba cuando quería respirar / ni quería cuando aspiraba a querer. Pero, y qué si voy y vuelvo y si, como decía aquel, todo gira como un volante loco / aquel poeta que todos odian por cursi y todos también aman por cursi, aunque cursis acaso solo sean quienes lo leen cursimente / y qué, pues, si voy y vuelvo y decido un día, de súbito, al mirarme al espejo, encontrar allí y aquí a alguien raro, con una vida que no era la suya pero ahora es la mía… ¿Y qué?
2/
Las palabras, como siempre, son a la vez hipócritas y fieles. Cambian tanto como uno cambia. Antes me servían unas palabras que ya no me abren ninguna puerta ni me sirven siquiera para indicarle al vecino que… Digo, ahora me sirven igual, pero son otras palabras… Siempre están ahí, las mismas y diferentes, como una droga, a la vez un remedio y un veneno, como ya sabía el viejísimo Platón… Las palabras son la libertad misma atrapada en unas formas limitadas, unas formas que cuando uno las va a usar para expresar su libertad encuentra que ya existían, porque uno no las crea, no las inventa, solo las usa, y sin embargo siguen siendo también eso, la libertad de decirlo todo, lo que sea, lo que sea posible con ellas, y por eso, también, se dejan recrear y poco a poco, como la historia, como las especies, evolucionan, giran, unas se olvidan, otras regresan, algunas se pierden para siempre y en el futuro, el inmenso futuro, habrá sin duda millones de palabras nuevas, y lenguas, y gentes o tipos o seres que se mirarán también en sus espejos y no sabrán que en algún momento del pasado geológico yo los pensé, solitario, verbal, en una mañana cualquiera del tiempo.
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