Acabo de leer un par de artículos que, indirectamente, he situado (o me han situado) en el contexto electoral actual que vive Costa Rica. Los textos son estos:
1/
“Easy = True” (de Drake Bennett, en The Boston Globe)
El texto habla acerca de algo llamado “fluidez cognitiva” y de algo que podríamos llamar “industria de la persuasión”, ese ámbito de estrategias útiles para publicistas y directores de campañas políticas, por ejemplo. Algunos pasajes:
Cognitive fluency is simply a measure of how easy it is to think about something, and it turns out that people prefer things that are easy to think about to those that are hard. (...)
Psychologists have determined, for example, that shares in companies with easy-to-pronounce names do indeed significantly outperform those with hard-to-pronounce names. Other studies have shown that when presenting people with a factual statement, manipulations that make the statement easier to mentally process - even totally nonsubstantive changes like writing it in a cleaner font or making it rhyme or simply repeating it - can alter people’s judgment of the truth of the statement, along with their evaluation of the intelligence of the statement’s author and their confidence in their own judgments and abilities. Similar manipulations can get subjects to be more forgiving, more adventurous, and more open about their personal shortcomings.
Because it shapes our thinking in so many ways, fluency is implicated in decisions about everything from the products we buy to the people we find attractive to the candidates we vote for - in short, in any situation where we weigh information. (...)
The persuasive power of repetition, clarity, and simplicity is something that people who set out to win others’ trust - marketers, political candidates, speechwriters, suitors, and teachers - already have an intuitive sense of if they’re good at what they do. What the fluency research is showing is just how profound the effect can be, and just how it works...
Texto completo
En cualquier ambiente electoral es obvia, por ejemplo, la importancia de hablar claramente y de explicar ideas en términos familiares; también son importantes el diseño gráfico y la estética general de la campaña; así como la formulación de propuestas fáciles de comprender y con las cuales puedan identificarse las personas.
En el caso presente de Costa Rica, a mi juicio la campaña de doña Laura Chinchilla ha pecado de vaguedad y falta de compromisos claros; en distintas entrevistas, doña Laura ha dicho que no puede comprometerse con X o Y, que acerca de tal o cual tema tendrá que ver en su momento, y que habrá que dialogar sobre esto o aquello... Dialogar está muy bien, es imprescindible, pero para hacerlo todas las partes deben mostrar sus cartas. Ella en cambio parece esconder algunas de las suyas, como si estuviéramos en un juego de póquer. Gente que la conoce ha dicho, incluso, que ella en general es poco expresiva sobre lo que piensa y que, en cambio, tiende a ser enigmática.
Este tipo de formas o fórmulas de expresión confunde y desanima a quienes, entre el electorado, preferimos oír propuestas concretas, opiniones firmes, argumentos claramente desarrollados. Es posible que ella sea firme cuando toma decisiones, tal como dice su campaña, pero no defiende firmemente lo que piensa acerca de muchos temas, pues ni siquiera lo expresa. Todo esto me hace pensar que, o se ha cuidado demasiado, en un esfuerzo por no caerle mal a nadie; o verdaderamente no sabe lo que piensa y cree. Intuyo que es lo primero, en cuyo caso más bien termina por caerle mal a muchos, pues esa actitud supone sacrificar, para llegar a la casa presidencial, la transparencia que predica. Así, su campaña queda apoyada en el peso que arrastra el nombre “PLN” y en la figura de Óscar Arias.
Se entiende así el epíteto de “marioneta”, que algunos le han asignado. Personalmente, no creo que sea marioneta de nadie, para ello tendría que ser doña Laura bastante tonta, y en nada me lo parece. En cambio, me parece más verosímil que ella comparta muchas de esas ideas que supuestamente le dictan desde otra parte.
Por otro lado, un triunfo del PLN supondría además otro empujón (como si le hiciera falta) a la concentración de poder político-económico que se ha venido gestando en CR desde años. El PLN está (mal) acostumbrado a estar en posiciones de gobierno, y la costumbre, lo sabemos todos en nuestra vida cotidiana, desgasta, debilita, aburre, tienta a tomar decisiones irreflexivas, envicia a cualquiera... Un cambio, efectivamente, parece urgente y necesario.
Pero ese cambio no creo que pudiera provenir de quienes más lo han predicado en esta campaña: el Movimiento Libertario. Tal vez el repunte que hasta hoy o ayer han mostrado en las encuestas se deba a la sencillez de su tema “único”, públicamente asumido: “seguridad”, “delincuencia”, expresado en términos efectivamente familiares. La gente se identifica. El asunto seduce. En esto, efectivamente, han sabido “llegarle” a la gente.
Pero también ellos han pecado de confusión: después de todos los debates y entrevistas, no se sabe bien cuáles son los principios que hoy en día defiende su líder político. A mí no me parece nada terrible que él haya cambiado de opinión sobre muchas cosas con el paso del tiempo, todos lo hacemos; pero sí me incomoda que no haya sido claro en qué ha cambiado, cuánto, cómo y por qué; en qué sigue siendo “libertario” y en qué no, etc. Don Otto no ha sabido aclarar estas dudas y, antes que tener claras él mismo estas cosas, da a pensar que está dispuesto a variar sus opiniones no por convicción (lo cual sería enteramente aceptable) sino por oportunismo: díganme qué tengo que “creer” para llegar al poder y eso es lo que diré que creo.
Por otra parte, don Otto habla sobremanera de negociar y de resolver conflictos (fue su tema de maestría en Harvard), pero en los debates ha demostrado más bien un talante enojadizo, una actitud más o menos infantil de recurrir al berreo y al berrinche, y ha desviado así la discusión de las ideas, propuestas y argumentos, a las acusaciones ad hominem. Su partido, además, da la impresión de carecer de una estructura sólida, sus propios partidarios tampoco parecen tener claro qué es lo que defienden y por qué (o será que están también ellos confundidos por las derivas de su líder...)
Una organización sin centro, sin un líder resoluto, sin ideas bien definidas y de una estructura “floja” y fragmentada, está bien para cierto tipo de emprendimientos, incluso de empresas o de algunos tipos de comunidades; pero no creo que un país –tal como se entiende y se vive hoy en día un “país”– esté preparado aún para ese salto en la manera de organizar las cosas y de relacionar a las personas entre sí y con el Estado.
La campaña del Partido Acción Ciudadana ha sido sencilla, de palabras claras y pesadas como “corrupción”, “despilfarro”, “desorganización” de las instituciones estatales; y también su líder ha sido claro acerca de su pensamiento y es, en mi opinión, quien mejor ha expresado ideas y propuestas y las ha sustentado. Por ejemplo, se agradece el análisis, en prácticamente todos los casos, acerca de la procedencia de los fondos para financiar tal o cual propuesta.
En claridad y sensatez, ningún otro partido supera al PAC. Podemos no estar de acuerdo con algunas o muchas de sus ideas, podemos no tener en muy alta estima la palmaria obstinación de don Ottón en diferentes ocasiones, podemos incluso sentir repugnancia ante algunas afirmaciones suyas (por ejemplo decir que lo que hace falta en Costa Rica es “más Biblia”); pero en un asalto repentino de racionalidad podemos también pensar que la elección de un presidente y de un partido no tiene por qué ser algo personal, visceral, asumido con el hígado, y entonces pensar que, si bien no podemos saber si el PAC sería capaz de cumplir su programa, ni saber si su estructura ejecutiva soportará las promesas realizadas, ni saber si sus proyectos serán verdaderamente lo mejor para el país, sí podemos ver y comprender que el suyo es el programa que mejor pensado parece.
Además, organizar de manera eficiente los fondos del estado y eliminar la superfluidad en el gasto, así como la gran promesa de atacar sin miramientos la corrupción en la función pública, ya solo eso merece una oportunidad. Es una apuesta, claro está, pero en este ámbito, ¿qué no lo es? Don Otto Guevara dijo varias veces que a él no se le podía juzgar por tal o cual conducta o hecho típicos de los políticos y los partidos que han gobernado este país en las últimas décadas, sencillamente porque él nunca ha gobernado. Tiene razón, pero lo mismo vale para el PAC y Ottón Solís.
2/
El segundo texto que me llamó la atención en mis dispersas lecturas diarias es uno de Peter Sloterdijk: “The Grasping Hand” (en City Journal). Esta es la tesis interesante del artículo: En los estados democráticos modernos, el máximo depredador de sus ciudadanos productivos ha sido el estado mismo...
Según Sloterdijk, Europa, por ejemplo, no vive una época ni un sistema capitalistas, sino “semisocialistas”.
The modern democratic state gradually transformed into the debtor state, within the space of a century metastasizing into a colossal monster—one that breathes and spits out money.
This metamorphosis has resulted, above all, from a prodigious enlargement of the tax base—most notably, with the introduction of the progressive income tax. This tax is the functional equivalent of socialist expropriation.
En lugar de un imperio capitalista de libre mercado, la carga impositiva sobre los ciudadanos productivos ha convertido a los estados europeos ricos en una especie de monstruos cleptómanos que saquean a sus propios ciudadanos:
Today, a finance minister is a Robin Hood who has sworn a constitutional oath.
En estos estados democráticos, ricos y modernos, el sentido de “explotación” se ha invertido:
Free-market authors have also shown how the current situation turns the traditional meaning of exploitation upside down. In an earlier day, the rich lived at the expense of the poor, directly and unequivocally; in a modern economy, unproductive citizens increasingly live at the expense of productive ones—though in an equivocal way, since they are told, and believe, that they are disadvantaged and deserve more still. Today, in fact, a good half of the population of every modern nation is made up of people with little or no income, who are exempt from taxes and live, to a large extent, off the other half of the population, which pays taxes.
Texto completo de Sloterdijk
Su conclusión es que la crisis europea apenas comienza: El futuro ya ha sido saqueado por el presente.
Esto puede tener sentido en el contexto europeo (aunque es discutible), pero la pregunta es entonces qué hacemos los países que no hemos alcanzado aún esa etapa de desarrollo. Es decir, en los cuales todavía la “explotación” tiene el sentido típico de “ricos que viven a expensas de los pobres”. ¿Habríamos de seguir el ejemplo europeo? ¿Aumentar nuestra riqueza aumentando los impuestos? ¿Hacer una mejor recolección, sin aumentar los ya existentes? ¿Hacer grandes obras estatales, o darlas en concesión? ¿O apostar a un mercado verdaderamente libre, que no ha existido aún? ¿O seguir alternativas incómodas del tipo ALBA? ¿O deberíamos esforzarnos por inventar alguna vía sui generis?
El ejemplo europeo implica aumentar considerablemente la carga fiscal. Pero, ¿sería entonces inevitable tender hacia el escenario indicado por Sloterdijk: empezaríamos a depredar o saquear a las capas productivas de la sociedad sin al mismo tiempo eliminar las capas improductivas, como en Europa, conformándose con mantenerlas en niveles de vida (ligeramente) más dignos? ¿No sería más inteligente encontrar otras vías para aumentar y distribuir la riqueza? ¿Cuáles? ¿Un mercado libre y justo de verdad? ¿Cómo?
Obviamente no tengo respuestas para estas preguntas, y ni siquiera he digerido bien el texto de Sloterdijk como para tener ya una opinión bien formada. Pero son preguntas que me hago porque me parecen decisivas. Parte del asunto político es que las sociedades en conjunto se planteen ese tipo de preguntas difíciles y debatan sus posibles respuestas. La dificultad, claro, empieza por cómo entender el “conjunto”. Pero está claro que el proceso debe ser lo más inclusivo o abarcador posible. Y empieza a serlo cuando se hace a pequeña escala en todas partes a la vez, es decir, cuando empezamos por no esperar a que lo emprendan solo los políticos o los “expertos”, cuando empezamos a hacerlo en las familias, entre amigos, en las producciones culturales e intelectuales. Porque así empezamos a entrenarnos para la tolerancia. En Costa Rica, a pesar de las apariencias, no somos tolerantes. Eso explica por qué a tantas personas les da miedo expresar lo que verdaderamente piensan: saben que al instante empezarán los insultos, los juicios de valor, la desacreditación, el menosprecio... Creo que los ticos, en promedio, somos principiantes en el arte de debatir y respetar y, por eso, creemos que gana el que más grita o quien insulta mejor y con más alcance a los demás. Es un vicio con graves consecuencias.
Una de ellas es que mucha gente muy capacitada y sensata prefiere no ingresar en la política formal, pues no tiene estómago para la ampliación de ese infiernillo cotidiano de intolerancia y violencia verbal que aquella entraña. Y entonces dejamos que la política se reduzca a lo que hacen los políticos "profesionales". Pero cuando se les deja el asunto político a los políticos, la polis difícilmente alcanzará un rumbo común, carente de grandes conflictos...
Aquí los ciudadanos somos los actores, y a veces no lo queremos ser, pero lo somos igual. Y nuestra película puede tener un director, incluso un guión, pero el guión no debe ser leído como un programa informático que determinará los movimientos de unos actores robotizados, sino una guía, un bosquejo, un esquema que debe estar siempre sujeto a cambios.
Lo mejor del futuro es que no se puede escribir (ni prescribir) de antemano. Y todo empieza por las acciones que los ciudadanos tomemos en el presente. Por ejemplo, la de hablar y discutir y comentar con familiares y allegados y, de manera inmediata, votar el próximo domingo.
>>> más sobre Peter Sloterdijk:
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2 comentarios:
Muy bueno el análisis y las lecturas. Puse el enlace en la última entrada de La Casa.
Saludos
Gracias por las referencias, Victor.
Yo no sabía que Laura predicaba la transparencia, de hecho su campaña hasta ahora me parecía exactamente lo opuesto, la opacidad como política de base, el ejercicio del poder del "estadista" sobre la plebe.
PS. fluidez cognitiva aquí pareciera ser más bien fluidez discursiva o estilística.
La tesis de Sloterdijk calza tan bien en las posturas de la derecha liberal que casi da pereza discutirlas. Es evidente que él no viven en el tercer mundo en paises sin infraestructura y con educación deficiente y sin seguro de desempleo. Es evidente que vive en Holanda y no en Haiti. Es evidente que piensa que el fundador de una empresa cuya riqueza es generada por 10.000 personas tiene derecho a dejarse el 90% de las ganancias y no compartir con nadie, ¿por que habría de hacerlo? Eso sería explotación... por favor.
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