Las plantas se dejan mover en el azar del viento.
Parecen felices.
Parecen tenerlo todo: raíces, frescura, vigor, colorido, y reciben sol y aire y lluvia y bailan con el viento en movimientos improvisados, sin programación previa.
A veces imagino que así debe ser la alegría. Aunque no la felicidad: la desgracia única de las plantas es no poder cambiar de sitio por su propia voluntad.
- - -
4 comentarios:
nuestra desgracia, a veces, es tener que cambiar de sitio. tener que hacerlo por voluntad propia, y no encontrarla, ni debajo de las macetas.
y por ratos uno está alegre. no feliz.
Me alegra tanto que te hayas acordado de vos :-). Me encanta este texto. Confieso que a veces yo soy una planta también, no porque parezco tenerlo todo, sino porque me cuesta cambiar de sitio por mi propia voluntad.
Supongo que alguna se alegrará de no tener que moverse. Mi madre, por ejemplo, está muy agradecida por sus raíces enormes que la sostienen. A mí casi siempre me pesan...
Qué bueno que estés de vuelta!
Y bueno, CRISTIAN, que de todo hay y cambia de persona a persona y de contexto en contexto... Tal vez sea eso: habría que saber quedarse y saber irse... Difícil. Y vos, ALE, a pesar de todo has querido no solo cambiar, sino hacerlo a brincos, qué bien. Lo mismo, DENISE, a unos nos pesan y a otros no, lo malo es cuando a uno le pesa y no quiere que le pese, o al revés, claro...
Publicar un comentario